Ganarse la vida: capacidades y economía campesina de Perú y Colombia

25 agosto, 2015 at 11:39 am
Ganarse la vida

Ganarse la vida

Todas las personas, del campo y de la ciudad, buscamos una forma de ganarnos la vida, de salir adelante. Desgraciadamente, no todas las personas partimos de la misma posición para hacerlo. Ni tenemos las mismas capacidades ni tenemos las mismas oportunidades. En muchos lugares del mundo, nacer en el campo es nacer en desventaja.

Así sucede en países como Perú y Colombia, donde se habla de una “deuda con el campo”. Esta expresión reconoce una doble tragedia: violencia y pobreza. De hecho, es la población rural de ambos países la que presenta unas tasas más elevadas de pobreza y vulnerabilidad, especialmente entre las mujeres y niñas. Y es la que ha padecido y sigue padeciendo, de una forma desproporcionada, los embates más fuertes de las distintas violencias.

Entendemos que el reconocimiento de esta deuda es un primer paso necesario para interiorizar que no todas las personas partimos de la misma posición para ganarnos la vida, para salir adelante. Es más, las familias campesinas de Perú y Colombia que hemos entrevistado* no solo han tenido que enfrentar una violencia que a veces se puede calificar como crónica, sino los últimos 20 años de un modelo económico claramente neoliberal que ha favorecido la agro-exportación, los monocultivos, la ganadería y la gran minería, arrinconando progresivamente a las pequeñas economías campesinas y a la población rural en general. Esto se ha traducido en más desplazamiento y migración (tanto temporal como definitiva), un alarmante envejecimiento de la población rural, una dependencia cada vez mayor de los programas de gobierno para poder subsistir y un engrosamiento de la población juvenil de origen rural que habita zonas urbano-marginales sin grandes expectativas de mejora.

No obstante, y a pesar de esta posición estructuralmente desventajosa, la población campesina de Perú y Colombia sigue demostrando una gran capacidad de resistencia y adaptación a los diferentes escenarios que les dibuja el Estado y el mercado. Quizás una muestra más de “la necesidad hecha virtud” o de la misteriosa capacidad humana para aferrarse a la tierra en búsqueda, en última instancia, de autonomía y libertad. Como dato relevante, el hecho es que el 70% de los alimentos que se comen en Perú y Colombia ha sido cultivado por manos campesinas.

En estos contextos adversos, llevan trabajando más de 50 años organizaciones aliadas de ALBOAN como el Centro de Promoción del Campesinado (CIPCA) o el Instituto Mayor Campesino (IMCA), ambas promovidas por la Compañía de Jesús, en una apuesta clara por la pequeña agricultura familiar, por la agroecología y la sostenibilidad. Con todas las luces y sombras que pueden derivarse de más de 50 años de trabajo, la apuesta clara de ambos centros ha sido la formación y el fomento de las capacidades de las personas del campo y de las organizaciones campesinas para mejorar su vida y participar en las decisiones que afectan a sus medios y estilos de vida.

No podemos hablar de grandes éxitos, sino de pequeños avances. De gotas en un océano. Hoy en día, pocas familias viven exclusivamente de las actividades del campo. Han tenido que ir diversificando sus medios de vida, proletarizarse a veces, incursionar en otros sectores de la economía, combinar actividades e ir afianzando propuestas y luchas varias. En cualquier caso, lo que estas gotas han demostrado es la necesidad de incidir sobre las agendas públicas para posicionar las propuestas de la agroecología, la economía familiar y el desarrollo rural. E ir ganando pequeños espacios de resistencia y propuesta frente al modelo hegemónico. Ganarse la vida en el campo es, también, una cuestión de capacidad política. En definitiva, de crear oportunidades, reconocer deudas y confiar en la sabiduría de las gentes que producen la comida.

*Este artículo se enmarca en la tesis doctoral que está desarrollando Alicia Aleman titulada “Ganarse la vida. ONGDs y promoción de capacidades para el desarrollo económico-productivo”, tutorizada por el Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto.

**El artículo completo ha sido publicado en la revista de educación para la sostenibilidad Bizkaia Maitea.