«Que nadie se quede atrás». Ese podría ser el título del último panorama social de América Latina publicado por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) dedicado al tema estrella de la última década: la desigualdad. Desde el principio, se apuesta por un enfoque multidimensional de la igualdad y se califica a la desigualdad social como un desafío de primer orden y un obstáculo para el desarrollo sostenible. Hasta ahí todo claro, pero su atenta lectura desconcierta. Mejora la igualdad de ingresos, pero se concentra la propiedad. La CEPAL admite que “la concentración de la propiedad es aún más intensa en lo referente a los activos financieros y sigue concentrándose”. ¿Cómo se explica que hayan disminuido las desigualdades al mismo tiempo que se ha concentrado la propiedad y no haya mejorado la relación entre capital y trabajo?
Continúa leyendo en este enlace el análisis realizado por Alicia Aleman.
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En Paraguay, al igual que en muchos otros países, no existe la soberanía alimentaria: su población depende de otros países para poder comer. En los últimos doce años, el cultivo de productos agrícolas orientados a la exportación pasó de poco más de 2,3 millones de has a alrededor de 5,5 millones, y lo hizo a costa de comunidades campesinas e indígenas que en el mismo periodo de tiempo disminuyeron a la mitad la superficie utilizada. Es decir, se hizo a costa de la pequeña agricultura campesina. También datos actuales indican que 94,25% de las tierras cultivadas están destinadas a la producción de comodities agrícolas y solo 5,75% para la producción campesina.
Estos son solo algunos de los datos recogidos en la publicación «Con la soja al cuello 2016: Informe sobre agronegocios en Paraguay»que se hace anualmente desde 2015 y que da cuenta del impacto que el modelo sojero-ganadero está teniendo en toda la sociedad paraguaya y el entorno natural del país.